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Paul Cèzanne


"La duda de Cèzanne"
Necesita cien sesiones de trabajo para un bodegón, ciento cincuenta sesiones de pose para un retrato. Aquello que llamamos obra no era para él más que un ensayo y una aproximación a su pintura. En septiembre de 1906, a los 67 años de edad, y un mes antes de morir, escribe: "Me encuentro en tal estado de perturbaciones mentales, en una agitación tan grande que, por un momento, he temido que mi débil razón no resistiera más... Hoy me parece que me siento un poco mejor y que veo más clara la orientación de mis estudios. ¿Llegaré a la meta tan buscada y tan largo tiempo perseguida? Pinto siempre del natural y me parece que hago lentos progresos." La pintura ha sido su mundo y su manera de existir. Trabaja solo, sin discípulos, sin admiración por parte de su familia, sin ser alentado por parte de lso jurados. En 1870, pinta en l'Estaque mientras los gendarmes le buscan como prófugo. Y sin embargo llega a dudar de su vocación. Al hacerse viejo, se pregunta si la novedad de su pintura no provendría de un defecto de sus ojos, si toda su vida no habría estado cimentada sobre un accidente de su cuerpo.
(...)
El artista, según Balzac o según Cezànne, no se contenta con ser un animal cultivado; asume la cultura desde su principio y la fundamenta de nuevo, habla como habló el primer hombre y pinta como si jamás se hubiera pintado. La expresión no puede ser entonces la traducción de un pensamiento ya claro, puesto que los pensamientos claros son aquellos que ya han sido dichos por nosotros mismos o por los demás. La "concepción" no puede preceder a la "ejecución". Antes de la expresión no existe otra cosa que una vaga fiebre, y sólo la obra realizada y comprendida demostrará que podía encontrarse alguna cosa en vez de nada. Por estar dirigido a tomar conciencia en el fondo de una experiencia muda y solitaria sobre el cual se cimentan la cultura y el intercambio de ideas, el artista lanza su obra de la misma manera como un hombre ha lanzado la primer palabra, sin saber si esta palabra será otra cosa que un grito, si podrá desprenderse del flujo de vida individual donde nace y presentar, ya sea a esta misma en su porvenir, ya sea a las mónadas que coexisten con ella, ya sea a la comunidad abierta de las mónadas futuras, la existencia independiente de un sentido identificable. El sentido de lo que va a decir el artista no está en ninguna parte, ni en las cosas, que todavía no tienen sentido, ni en sí mismo, en su vida informulada. El artista desde la razón ya constituida, en la que se encierran los "hombres cultivados", intenta comunicar con una razón que abrazaría sus propios orígenes.
(...)

Mont-Sainte Victoire

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