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h.moore

Por Lucrecia Literas Rondón


(...)la filosofía trascendental, filosofía del yo, y la filosofía de la naturaleza, presentada por Schelling , refieren a la misma totalidad del conocimiento. Las serie real (la naturaleza) y la serie irreal (el yo), aparecen construidas y reelaboradas en el propio Sistema del idealismo trascendental.
Expresan el mismo contenido, el proceso del yo, desde la sensación original hasta la intuición productiva, desde la intuición productiva hasta la reflexión, y desde la reflexión hasta el acto absoluto de la voluntad, que a su vez culmina el esquema general y fundamental para la ordenación y estructuración de la naturaleza objetiva.

“El propósito de la filosofía trascendental es recuperar la armonía original entre lo subjetivo y lo objetivo, entre lo conciente y lo inconsciente, entre la libertad y la naturaleza.”[1]

El arte ocupa el lugar más alto y privilegiado del saber, órgano universal de la filosofía. Es la intuición estética la única que puede objetivarse y formalizar la intuición intelectual. Objetivar lo que no es objetivable. Es universal a través de su objetividad, ya que la intuición estética tiene como facultad la de objetivar el conocimiento alcanzado subjetivamente por medio de la intuición intelectual de modo reconocible por todos. Esta objetividad universal es el arte. Como señala Antoni Marí, las obras de arte son lo productos de esta intuición estética, es decir, las objetivaciones del conocimiento subjetivo.

“La obra de arte refleja lo que ningún entendimiento podría reflejar, lo que es absolutamente idéntico y que sin embargo aparece escindido en el yo: la unidad de lo absoluto que se presenta no en la intuición intelectual, sino en una intuición estética que reconoce el poder de la objetividad.”
[2]

En palabras de Shelling, en el Discurso de la Academia:

“Así pues, el artista tiene que alejarse del producto o la criatura, aunque sólo con el fin de elevarse hacia la fuerza creadora y aprehenderla con el espíritu (...)El artista tiene que imitar a ese espíritu de la naturaleza que actúa en el interior de las cosas y que recurre a la forma y la figura para hablarnos a través de imágenes sensibles, y solo en la medida en que su imitación sea capaz de aprehender vivo a dicho espíritu, habrá creado él mismo algo verdadero (...) Es algo por encima de la forma: es esencia, es universalidad, es mirada y expresión del espíritu de la naturaleza que la habita”[3]


Y quizás, aquí sí, podamos retomar el trabajo de Henry Moore. El interés de Moore en esta práctica que es la investigación de la forma pura, de lo que una vez llamó “los principios abstractos de la escultura”. En este sentido es en el que el escultor reconceptualiza el término de “abstracción”:

“todo arte es, hasta cierto punto, una abstracción, una abstracción que se propone aprehender la esencia de lo real, recrear por analogía los elementos naturales en su relación con la sicología y las ideas del hombre. Para Moore, por consiguiente, la realidad física es la base para la construcción de una forma plástica que no solamente exprese sus características visuales sino también sus sugerencias sicológicas e imaginarias.”[4]

El concepto de obra de arte que le interesa desarrollar se encuentra en relación con el resultado de un proceso de conocimiento y experimentación graduales en los que se combinan elementos sensoriales, conceptuales y sicológicos. Ese entrelazamiento entre lo particular y lo general en términos conceptuales en el desarrollo de su obra, lo identifica coherente en términos formales, con el “Arte Primitivo”. Pero, podríamos decir, que esta inclinación forma parte del desarrollo de la noción artística sucedida hasta su época. Para marcar una línea de desarrollo, esta analogía a la que se refiere como unidad esencial de todos los seres ya la encontramos en la filosofía del renacimiento. Es Leonardo quien habla de descubrir cierta necesidad interior velada e intenta reproducirla. Es la idea de la fuerza creadora del artista similar a la fuerza creadora de la naturaleza que posee características afines a nuestro ser y es nuestra misma verdad.
Moore observa en las formas de estas culturas el logro de resumir la cualidad esencial del ser, relaciones que establecen una conexión entre formas y las “raíces vitales” de los elemento de la realidad. Suscita cierta sensación de descubrimiento de las correspondencias entre lo real y lo imaginario, entre el individuo y el mundo sensible. En su obra:

“(...)buscar aquellas formas era ir conociéndose a sí mismo, ir cobrando conciencia de su relación con la realidad.”[5]

Su interés por estas formas primarias, alejadas de la imitación, del ilusionismo, cercanas a su visión de lo primitivo, lo retrotraen a su capacidad para el descubrimiento de la esencialidad formal, de expresar ideas y emociones a partir de ellas, relaciones nacidas en su experiencia de confrontación con los elementos con los que trabaja y compone. Comunicar a través de volúmenes la energía vital del cuerpo, sensaciones humanas, el crecimiento orgánico de los elementos naturales, sugerencias evocadas por las rocas y elementos naturales.
Moore observaba en el “Arte Primitivo”, que esta posibilidad de significar, revela la búsqueda de valores primordiales que quería infundir a su arte, tales como la pureza, la autenticidad, la espiritualidad.

“Tenían que ser formas que comunicasen lo mas inmediata e intensamente posible los impulsos primarios de la vida.”[6]

Lo que buscaba entonces eran documentos de escultura esencial sin recargamientos y adornos superficiales, un arte en el que la inspiración no haya degenerado en artificio técnico y en sutilezas intelectuales, como él mismo dijo en su ensayo sobre Arte Primitivo en 1914.
La reducción de la forma a su esencia era lo que le otorgaría monumentalidad a la obra y es la virtud que el observa que ofrece la naturaleza por sí sola. Ese sentido de monumentalidad en la realización escultórica se debe a no permitir que el detalle adquiera importancia por sí mismo, es decir, situar la grandeza en una relación correcta y el detalle supeditado a ella.
Este deseo recae en la búsqueda de formas puras en la naturaleza, lo orgánico, la vida, tamizadas por la expresividad artística y las emociones humanas. Esto es lo que lo impulsa al estudio de los objetos “primitivos” pero que también advierte en la obra de pintores Occidentales, del Renacimiento Italiano, del Quattrocento y contemporáneos

“El ‘Ensayo sobre Estética’ de Fry le confirmó su propia opinión de que la emoción estética y la “forma significativa” poseen una cualidad peculiar de la realidad que nada tiene que ver con la imitación de ciertos aspectos de lo real ni con las agradables composiciones formales y decorativas, y que dicha ‘realidad’ estaba expresada con la misma sinceridad y potencia tanto en las obras de arte negro y primitivo como en las de Giotto o Masaccio, Cézanne o Picasso.”[7]


Esto equivale a la funcionalidad con que Moore a adoptado las formas primitivas y su aprendizaje en cuanto a querer expresar la energía vital de la naturaleza, pero para lo cual encontró necesario fundir en un estilo propio todos los ejemplos conocidos y dar forma a ese valor primario. Esta búsqueda de Moore se comprende dentro de las afirmaciones de Kant, Schiller y Schelling sobre el genio. Mismo para Leonardo, el artista debe conocer y comprender la naturaleza por y en sí mismo, con el fin de confundirse con ella y poderla reproducir. (...)

[1] Marí, Antoni; Euforión- Espíritu y naturaleza del genio, Colección Metrópolis, Editorial Tecnos, Madrid,1989, pág 174
[2] Leyte, Arturo; Cortés, Helena; Schelling –El “Discurso de la Academia”-Sobre la relación de las Artes Plásticas con la Naturaleza (1807); Editorial Biblioteca Nueva, Madrid, 2004, pág 40
[3] Ob.cit pág 127
[4] Henry Moore. Escultura-con comentarios del artista-,Ediciones Polígrafa, Barcelona,1981, pág.7
[5] Ob.cit, pág. 7
[6] Ob. cit., pág. 8
[7]Ob. cit., pág.10

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