La Mirada Invisible es la adaptación a cine del director Diego Lerman sobre el libro Ciencias Morales de Martín Kohan, con un guión realizado por el propio director y María Meira.

La mayor parte  de  la película se desarrolla en una institución educativa, el Colegio Nacional de Buenos Aires, en el año 1982 y los espacios privilegiados donde transcurre la historia son la oficina de preceptores, el aula y el baño de hombres. Resaltando la rigurosidad de la arquitectura, una disciplina y conducción de los grupos de tipo militar  y en tonos fríos, Lerman refleja en estos ambientes, en mayor o menor grado, las conductas, expresiones y mecanismos represivos y autoritarios de la dictadura militar que estaba padeciendo la Argentina.

La historia es la de María Teresa, una joven de 23 años que cumple su tarea como estricta preceptora de los grados superiores. Al parecer, su gusto por el control a las normas y la imposición de castigos no viene de su familia la cual se compone de una madre enferma y un tanto extraviada mentalmente y su abuela costurera pero cierta simpatía por el Director de preceptores, la curiosidad por un alumno del curso y, particularmente,  su interés por lo que sucede dentro del baño de varones, la llevan a definir lo que será su obsesión y nueva misión bajo la presunción de que se fuma en aquel espacio, descubrir quiénes son los transgresores. 

Aunque la joven resulta un tanto ingenua ante el pensamiento de su jefe, representante simbólico en la película y expreso dentro de la Institución de un  gobierno de facto,  el deseo aparente de agradar y cumplir con sus supuestas obligaciones la lleva a desarrollar su tarea en un sitio que será clave para el resto de la película, uno de los cuartos de baño de varones. Allí se esconderá para observar, oler, oír y donde, aquí como en el resto de la película, los sonidos, olores y murmullos, todo, es objeto de sospecha.

En el cuarto de baño y en María Teresa, se establecerá una especie de línea confusa entre la vigilancia  extrema de todos los pormenores privados y personales de los alumnos y un inicial  contacto con sus propias sensaciones y deseos sexuales. Fuera de la Institución, únicos espacios que se muestran en colores cálidos, María Teresa no encaja, no encuentra ningún incentivo, obsesionándose cada vez más con su trabajo y comenzando a desarrollar una especie de  empatía por uno de los alumnos.  

Las verdaderas o inconscientes intenciones que movilizan a María Teresa se presentan ambiguas, moviéndose entre estas dos inclinaciones y retroalimentándose. Lo que termina convirtiéndose en su hábito finaliza con una mayor forma de violencia, ejemplificando lo que fue una cultura del terror, del ensañamiento por eliminar los pensamientos  diferentes, y a las personas que pensaban diferente, y,  especialmente, en este recorte narrativo de nuestra historia,  el adoctrinamiento con mecanismos de control  de todas las actividades humanas posibles. 





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